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Excelsior
Para Marina Garone, investigadora, el cáncer de mama no es un error en el cuerpo ni un motivo de enojo, sino una manifestación extrema del principio de la vida: la multiplicación celular. Esta visión, con la que desafía el victimismo, fue la base de una estrategia con la que convirtió su diagnóstico en una enseñanza de autogestión.
Al contar con una tía materna que tuvo cáncer de mama y otros familiares directos que también han enfrentado la enfermedad, Marina conocía el riesgo que ella misma tenía de padecerla.
“Me hago mis estudios de rutina desde muy joven, soy muy rigurosa con mi salud y me hago mis estudios de manera habitual… me hago mastografía y ultrasonido, siempre los dos”, narra a Excélsior.
La investigadora, quien ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua en 2024, explica que se realiza ambos análisis debido a que las campañas de detección del cáncer de mama están enfocadas en hallar “bolitas” en los senos, pero existen formas de cáncer muy pequeñas o localizadas muy atrás dentro de la mama, que pueden pasar desapercibidas.
“Si tú no eres chichona, no tienes grasa en el tejido mamario, hay ciertos cánceres que, por tamaño o por tejido denso, se tienden a camuflar, a esconder. Entonces, ninguna campaña te dice eso”, afirma Marina, quien mañana cumplirá 54 años.
“Sólo con masto no la libras. Si quieres estar segura, sólo con masto, no. Y aunque tengas poco pecho, tampoco la libras”, considera.
En su caso, el cáncer sólo fue detectado con ultrasonido, y medía menos de un centímetro. Al final, fue necesaria una mastectomía radical, con reconstrucción mamaria que implicó trasladar el músculo dorsal de la espalda hacia el pecho.
Actualmente, Marina sigue en tratamiento. Le restan algunos meses de quimioterapia y al menos cinco años más de seguimiento. Sin embargo, no ha perdido la sonrisa, y su mayor preocupación hoy es cuándo podrá volver a abrazar a la gente.
“Y no quiere decir que yo tenga todas las respuestas, porque ésta es una experiencia personal… pero si alguien que esté pasando por esto puede ver que hay maneras más amables de transitar por el proceso, yo creo que vale la pena decir: ‘Tú puedes decidir cómo lo quieres transitar’”, asegura.
Entre las enseñanzas que le ha dejado el cáncer están:
- Combatir la enfermedad, pero respetarla.
- Planificar para reducir la ansiedad.
- Prevenir el cáncer como si se tratara de una catástrofe natural.
- No depender exclusivamente de la familia directa ni sobreexigirla.
Antes de la cirugía, organizó su convalecencia con una red de apoyo formada por amigas, vecinas, exalumnas y exalumnos, creando un sistema funcional donde nadie cuidaba por obligación.
“Hice un chat de WhatsApp, le puse ‘Mamma mia!’; hice un Excel, cada una iba anotando el tiempo que podía. Fue muy dinámico. Pero no es así como de cajón, que tenga que cuidar la hija, la prima o la abuelita. A veces es mucho más funcional con alguien que no está forzado por el vínculo sanguíneo o matrimonial”, resalta.
Finalmente, Marina recomienda que dentro de cualquier red de apoyo se asignen tareas específicas.
Entre ellas:
- Una persona encargada exclusivamente de proporcionar comida.
- Otra que lleve el expediente médico en orden cronológico.
- Alguien más responsable de las facturas y gastos médicos.
Esta estructura no solo facilita la recuperación de quien enfrenta la enfermedad, sino que evita el desgaste emocional de los cuidadores.

